- Author: Alberto Hauffen
Vélez-Ibáñez, catedrático y director del Centro de Investigación Aplicada Ernesto Galarza, de la Universidad de California en Riverside, hace notar dos datos curiosos relacionados con el premio:
Se otorgó por primera vez a otro latino, el antropólogo mexicano Gonzalo Aguirre Beltrán, hace 30 años. Aguirre Beltrán, entre otras investigaciones seminales, documentó por primera vez el origen y desarrollo de la población afro mexicana.
El premio se otorgará a Vélez-Ibáñez en reconocimiento a una labor que se inició hace 30 años en México, al estudiar la explosión demográfica a raíz del asentamiento de campesinos en lo que hoy se conoce como Ciudad Netzahualcóyotl, en la periferia de la Ciudad de México con lo que llegó a constituirse una de las metrópolis más grandes del mundo.
"Este trabajo fue un impulso para mí, para poder entender entonces por qué las personas migraban, por qué se iban de un lado a otro¨, explicó Vélez-Ibáñez. "Obviamente, por necesidad. Pero me interesaba más a mí no tanto el estímulo y las causas de migración, sino cómo de ahí surgían comunidades estables para que las siguientes generaciones tuvieran unas plataformas sociales en las cuales se podían sostener".
A partir de esa investigación, Vélez-Ibáñez se interesó en estudiar las causas y efectos de la trasmigración y el transnacionalismo. Él fue pionero en el estudio de lo que ahora se conoce entre los científicos sociales estadounidenses como support networks, o redes de apoyo, el intrincado sistema que permite la ayuda mutua de migrantes.
Vélez-Ibáñez observó que estas redes se extendían desde Tapachula, Chiapas hasta Sacramento, California y permitían a los aspirantes a migrantes unirse en "asociaciones rotativas, tandas, cundinas" y otros métodos de crear un fondo común para costear el viaje a Estados Unidos. Algunos de ellos hacían el viaje, mientras otros esperaban su turno para hacer lo mismo cuando hubiese los fondos suficientes. Ese espíritu de solidaridad, anota Vélez-Ibáñez, contradecía el concepto antropológico que se tenía del mexicano como individuo huraño, desconfiado y por lo tanto no digno de confianza.
"Entonces, eso me puso a pensar que mucha de la literatura sobre el mexicano y el latino básicamente estaba en un error. De ahí, surgió un conocimiento o reconocimiento del impacto de ese trabajo en la literatura tanto en economía, de la pobreza, en estudios demográficos, de cultura, de identidad, etcétera", afirmó el antropólogo.
"Ese trabajo enseñó, empíricamente, que las comunidades mexicanas trabajan básicamente bajo el valor de la confianza y de redes de reciprocidad", agregó. Y eso lo impulsó a identificar y derribar otros conceptos erróneos prevalecientes en la literatura antropológica referente a los latinoamericanos que, según él, era escrita primordialmente por antropólogos no latinos hasta mediados de los 70. Él atribuye esas faltas en gran parte a la barrera idiomática y cultural de esos primeros investigadores.
"No entendían, por ejemplo, el chiste, la cábula, que es muy importante... el doble sentido", hace notar el antropólogo a la importancia de comunicarse al mismo nivel de los sujetos de estudio.
Entre otros mitos, en sus estudios en México, Vélez-Ibáñez encontró que las mujeres mexicanas no eran precisamente apolíticas como decían los libros que les daban poca importancia.
"Yo cuando estuve ahí, en los 70s, hallé todo lo contrario", dice Vélez-Ibáñez del activismo sociopolítico femenil mexicano.
"La literatura siempre mostraba al mexicano como lleno de desconfianza, una persona desarraigada, etc., etc. Yo sin deberla ni temerla, hallé lo opuesto. Y esa contribución generó otros trabajos semejantes," explicó.
Por otro lado, lo producido por la mayoría de los antropólogos mexicanos tampoco reflejaba una imagen realista, según Vélez-Ibáñez .
"Tengo que decir que al antropólogo mexicano también le fallaba. El antropólogo mexicano, también por su clasismo no podía ver más allá de lo obvio", aclaró. "Muchos de los antropólogos mexicanos que yo conozco surgen de ese sector clasista. Entonces, no tienen un punto de vista amplio. O se ponen a hacer estudios tan abstractos que básicamente no les toca la oportunidad de de veras hablar con quien deben hablar".
La labor de Vélez-Ibáñez no se limita a explorar y documentar la actividad humana sino a encontrar formas de mejorar la vida de los grupos que él estudia.
"Me interesa no nomás la idea de la migración de las poblaciones y todo eso sino las crisis en las cuales estas comunidades tienen que sobrevivir. Creo que, mundialmente, estamos en medio de una crisis enorme, tanto de salud como económica, política y social", afirma Vélez-Ibáñez, quien admite que su campo de estudios a menudo contrasta con otras ciencias sociales.
"El antropólogo siempre anda diciendo la verdad. Y eso no les gusta", explica.
El premio Malinoswki, que Vélez-Ibáñez recibirá en la convención de la Sociedad de Antropología Aplicada en marzo del año próximo, lo reconoce por su dedicación al "entendimiento de la vida contemporánea de las poblaciones mexicana y mexico-americanas" y sus esfuerzos por encontrar soluciones a problemas como la educación de la niñez, vivienda, servicios de salud, representación política y otros problemas que aquejan a las comunidades de origen mexicano y latinoamericano en Estados Unidos. Vélez-Ibáñez hace un resumen de su carrera de investigación en su libro más reciente, Border Visions/Visiones de la Frontera, que fue premiado por la Asociación Nacional de Bibliotecarios de Universidades en 1977.
En años más recientes, Vélez-Ibáñez ha centrado su atención en el desarrollo de comunidades de origen mexicano a lo largo de la frontera entre México y Estados Unidos, como el caso de colonias en Nuevo México. En California, él coordinó la creación de un programa comunitario estatal de promoción de servicios de salud, un centro de aprendizaje de computadoras y la Internet en Riverside, y más recientemente un proyecto en estado embriónico en el Valle de Coachella, en el sur de California.
Antes de integrarse a la facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales de la Universidad de California en Riverside, de la cual fue decano, Vélez-Ibáñez fundó y dirigió el Centro de Investigación Antropológica Aplicada de la Universidad de Arizona.
Ibáñez será el orador principal del evento programado para el 21 de marzo del 2003, en Portland, Oregon.
NOTA A LOS EDITORES: carlos.velez@ucr.edu o con Kris Lovekin, Oficina de Información, 909-787-2495, kris.lovekin@ucr.edu si desea obtener una fotografía del profesor Vélez-Ibáñez.