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Diez mil libras de alimentos frescos donados gracias al trabajo de adolescentes en riesgo
Sembrar, cosechar y combatir el hambre en su barrio, actividades que han ayudan a cientos de adolescentes a florecer.
A Xavier, de quince años de edad el coraje le brotaba a flor de piel. “Nunca podré librarme de esto”, expresó el adolescente.
“Siempre quería pelear sin razón alguna; simplemente tenía un problema de ira y perdía el temperamento con la gente rápidamente”, agregó el estudiante del noveno grado y residente en una comunidad de bajos recursos en el condado de San Diego.
Xavier, quien se ha enfocado en mantener bajo control sus emociones, encontró una sensación de calma mediante el trabajo voluntario en un jardín comunitario donde se cultivan alimentos para las familias del barrio. Ahí inició primero como aprendiz y luego se convirtió en supervisor del huerto juvenil Segunda Oportunidad.
En California hay miles de niños y adolescentes que enfrentan hambre y falta de oportunidades. La pobreza está ligada a un sinnúmero de consecuencias negativas incluyendo baja autoestima, problemas de ira, enojo y delincuencia.
Second Chance, por su nombre en inglés, es una organización, no lucrativa, con base en San Diego, que trabaja en colaboración con la Universidad de California para romper los ciclos de pobreza. Ayuda a los adolescentes a superar abandono, abuso, adicción y/o antecedentes penales, asesorándolos para que tengan acceso a la salud física y mental, servicios legales, vivienda y a los alimentos saludables mediante el programa CalFresh.
“Segunda Oportunidad trabaja principalmente con adolescentes en las comunidades de color, ofreciéndoles capacitación y ayudándoles a desarrollar confianza en sí mismos”, sostiene Gail Feenstra, directora del Programa de Investigación y Educación Agrícola Sustentable de la Universidad de California
“El proyecto utiliza el enfoque ‘de la granja a la mesa' de manera que los adolescentes no solo cultivan los alimentos, también aprenden a cocinar y comer de manera saludable”, sostiene Feenstra.
Con su trabajo los adolescentes ayudan a combatir el hambre en su comunidad
Caelli Wright, gerente del programa Segunda Oportunidad, indicó que el huerto juvenil opera gracias a la colaboración de SAREP, un programa de la División de Agricultura y Recursos Naturales UC ANR que lucha a favor de la agricultura sustentable y el acceso a los alimentos saludables, organización que proporciona subsidio para la compra de los suministros.
Segunda Oportunidad es un programa donde todos se benefician, los adolescentes en riesgo adquieren conocimientos prácticos para tener éxito en la vida, a la vez que proporcionan a su comunidad, mediante su trabajo voluntario, un mayor acceso a los alimentos frescos.
Los jóvenes han cultivado 10 mil libras de alimentos para donar en la comunidad a través del Centro para la Salud Comunitaria de San Diego y la Primaria Encanto , ubicada a una cuadra del huerto.
Las actividades en el huerto juvenil, ayudan a los adolescentes a crecer emocionalmente. Específicamente a Xavier, su labor de voluntario le ha abierto una nueva perspectiva y mejor entendimiento sobre la importancia de desarrollar relaciones positivas. Algo que antes, como estudiante de una escuela del programa charter, no estaba acostumbrado a interactuar con otras personas y grupos.
“Aprender a ser paciente con otras personas y aceptar algunas veces que, si no sé algo, necesito preguntarlo, porque antes solía estar muy en mi ego que creía saberlo todo”, explicó Xavier. “Pero no lo sé todo – solo he aprendido a aceptar algunas cosas…eso es simplemente parte de la vida. Y es algo en lo que el huerto me ha ayudado personalmente”.
Oportunidades para crecimiento personal y social
Desarrollar y volver a desarrollar las habilidades sociales es importante para los adolescentes que permanecieron aislados, por un largo periodo, debido a la pandemia.
En el sureste de San Diego es difícil de encontrar programas que proporcionen a los adolescentes, de bajos recursos, la oportunidad crecimiento personal y exploración profesional. Alrededor de 400 jóvenes han participado en el programa Segunda Oportunidad, inició en 2012, para proporcionar a los adolescentes experiencia laboral única y habilidades valiosas.
“Los jóvenes a los que servimos provienen de vecindarios de bajos recursos que no tienen recursos”, dijo Wright. “Simplemente no tienen acceso a las mismas oportunidades como aquellos que viven en áreas de mayor poder económico. Así es como nuestro programa entra a crear esos servicios tan indispensables”.
Xavier, quien entró al programa tras escuchar que el paisajismo podría ser una carrera lucrativa, recientemente terminó su segunda temporada como supervisor en el huerto juvenil. Actualmente, él y su primo están planeando, gracias a sus nuevas destrezas, iniciar un negocio propio podand césped y ofreciendo mantenimiento de jardinería en su comunidad.
Además, a finales del mes pasado, Xavier se transfirió a una preparatoria con un ambiente más tradicional.“Después de haber asistido a una escuela charter durante dos o tres años”, me he dado cuenta que extraño estar alrededor de más gente”.
Algunos tienen carne y no pueden comerla . . .
"Some hae meat, and canna eat,
and some wad eat that want it . . ."
"Estas palabras son antiguas y un tanto difícil de entender, pero cuentan la historia que es tan cierta ahora como cuando el poeta Robert Burns las pronunció a mediados de 1790. Eran palabras antiguas aún en ese entonces. Siempre, al parecer, habemos aquéllos que somos lo suficientemente afortunados de poder comer bien y aquéllos que padecen hambre, aún en un país tan rico como el nuestro.
Una mañana del pasado mes de mayo conocí a algunas personas que ayudan a mitigar el hambre en la comunidad donde yo vivo. Esa mañana manejaba con mi esposa a una zona industrial localizada en la parte noreste de Woodland, California, donde opera el Banco de Alimentos del Condado de Yolo. Camiones de entrega de diferentes tiendas de abarrotes locales, cadenas de supermercados, granjas y otras fuentes de alimentos llegaban hasta la puerta de la bodega del banco de comida. Llegaban y se iban, mezclándose con las camionetas de compradores y remolques de iglesias y otros grupos caritativos.
Los camiones grandes llegaban allí a entregar lo que muchos minoristas considerarían como productos poco rentables: pan, productos lácteos, carnes y productos enlatados y secos que se venden lentamente y se acercan a su fecha de vencimiento; un cubo de cartón lleno de zanahorias a granel en la entrada, donadas por un granjero que se preparaba para levantar una nueva cosecha; sacos de 50 libras de papas o cebollas que, o rebasaron las necesidades del mercado de servicios alimentarios o fueron reservadas por una mano generosa o una agencia gubernamental con el preciso propósito que estaban por cumplir: alimentar al pobre.
Hoy día, aproximadamente 35 por ciento de las provisiones que se pueden ver en la bodega del Banco de Comida han sido donadas directamente. El resto proviene de agencias gubernamentales o de compras directas de la Asociación de Bancos de Alimentos de California. Hace unos años, los directores del Banco de Alimentos del condado de Yolo cambiaron su enfoque con el fin de proveer a sus clientes alimentos más frescos y nutritivos, y desde entonces han incrementado la venta de frutas y verduras frescas de 50,000 libras al año a un millón en el 2010.

Un viaje corto nos llevó de regreso a la alacena de nuestra iglesia donde de ocho a diez mujeres y hombres, la mayoría de ellos en edad de jubilación, causaban un gran bullicio alrededor de la mesa de clasificación que llenaba el centro del pequeño cuarto, acomodando las latas en los anaqueles, metiendo el pan, tortillas y huevos en el refrigerador, haciendo bolsas más pequeñas con los costales de 50 libras de papas, cebollas, arroz y frijoles y apuntando hacia mí con firmeza y amabilidad cada vez que colocaba una bolsa en el sitio equivocado. Lo cual sucede muy a menudo. Antes de que pasara una hora, la alacena estaba llena y bajo llave y lista para la distribución de alimentos del siguiente día. Dos entregas de alimentos a la semana, únicamente de nuestra alacena pueden alimentar a hasta 50 familias necesitadas.
Hay mucho que usted también puede hacer para mitigar el hambre en su comunidad. Identifique el banco de alimentos más cercano a usted en el sitio Web de la Asociación de Bancos de Alimentos de California, o pregunte sobre cocinas de beneficencia o alacenas locales.
Y entonces todo lo que necesita es ofrecerles su ayuda. Si usted tiene el tiempo, ellos pueden hacer uso de él.