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Testimonio: el valor de los huertos escolares
Al final de un día desafiante, me encontré con esto en mi buzón de mensajes:
“!Nuestro huerto continúa progresando! A mis estudiantes les encanta. Lo primero que hacen en la mañana es correr al huerto para revisar el progreso de sus plantas. Ahora mismo tenemos los últimos tomates, fresas, chiles pimiento, chiles botaneros, las enredaderas de pepinos que están floreando, las de calabazas pumpkin (las plantamos tarde) rábanos, cilantro, cebollines, maíz y brócoli (algo se está comiendo las hoja. ¿Alguna idea?). Yo enseño botánica y ha sido tan maravilloso poder usar las plantas de nuestro huerto como ejemplos. Eso enriquece mucho las lecciones.
Los chicos me han preguntado si podemos instalar dos arriates más. Les dije que les preguntaría a ustedes si tienen algunos más. Si no, nosotros mismos los haremos. De nuevo, muchas gracias por ayudarnos a empezar este proyecto el año pasado. La adición de nuestro huerto ha hecho que los estudiantes y yo disfrutemos más de nuestro programa. ¡Es increíble ver sus ojos iluminarse y escuchar el entusiasmo en sus voces cuando ven progresar el trabajo que han realizado con sus manos!”
Hace más de cien años, la maestra Zilda Rogers, del Distrito Escolar Unificado de Ventura, también trabajó en el huerto junto con sus estudiantes y escribió a un miembro del personal de la Universidad de California sobre las experiencias positivas que sus estudiantes habían tenido en el huerto de su escuela. Este importante relato sobre la historia de los huertos escolares aparece en un libro que yo publiqué recientemente, titulado “Sowing the Seeds of Victory: American Gardening Programs of World War I” (Sembrando la Semillas de la Victoria: Programas de Huertos Estadounidenses de la Primera Guerra Mundial).
La historia con frecuencia se repite. Y algunas veces, de buenas maneras.
P.D. para uno de mis maestros favoritos, y una de mis escuelas favoritas, en uno de mis distritos escolares favoritos: tan pronto como nos sea posible, iremos a cumplir su petición de dos arriates más para ampliar este huerto en crecimiento.
“Un huerto para todos. Todos en un huerto”.
Los jardines escolares: importantes en el pasado…y para el futuro
En 1909, la maestra de Ventura, Zilda M. Rogers, escribió a la Estación de Experimentaci’on Agrícola de la Universidad de California en Berkeley, en aquel entonces el principal campus agrícola establecido gracias a la concesión de tierras en California, y el proponente y proveedor principal de recursos educativos sobre jardinería para maestros de escuela. Rogers escribió minuciosamente sobre cómo el trabajo de jardinería de su escuela había progresado, cuáles fueron los logros y fallas, cómo respondían los niños a la oportunidad de cultivar un jardín, cómo había cambiado la relación entre ella y los niños como resultado del trabajo realizado en el jardín y qué potencial veía para el futuro.“Con el amor por el jardín escolar ha crecido el deseo de un jardín en la casa y algunas de las parcelas en casa son muy buenas. . . . Desde que comenzamos el trabajo en el jardín los niños se han convertido en mejores compañeros y amigos. . . y para sentir que hay una forma correcta de hacer todo. . . . Es nuestro jardín. . . . Tratamos de llevar ese espíritu a nuestros salones de clases”.
Más de 100 años después de que Rogers escribiera esas palabras, los jardines y huertos escolares continúan siendo apreciados en el sistema de escuelas públicas en el que trabajó. El Distrito Escolar Unificado de Ventura ha desarrollado un modelo reconocido nacionalmente que vincula la jardinería escolar, la educación sobre nutrición y un programa de almuerzos de la granja a la escuela que brinda muchas frutas y verduras producidas localmente para sus 17,000 estudiantes de escuelas públicas. .
La Universidad de California prestó atención al éxito que los educadores como Rogers estaban teniendo con los jardines escolares. Asegurándose de incluir las palabras escritas por ella, la Universidad de California publicó la Circular No. 46, la cual ofrecía información sobre cómo crear programas de jardinería escolar. Los jardines escolares serían una parte integral de la educación primaria. Tal como lo declaraba la circular, “el jardín escolar ha llegado para quedarse”.
Los jardines escolares se han usados en partes de Europa desde 1811, y la mención de su valor le ha precedido desde hace casi dos siglos. Filósofos y reformistas educativos como John Amos Comenius y Jean-Jacques Rousseau hablaron sobre la importancia de la naturaleza en la educación de los niños. Comenius mencionó específicamente los jardines.
El uso y propósito de los jardines y huertos escolares fue múltiple; los jardines proporcionaron un lugar donde los jóvenes podían aprender sobre ciencias naturales (incluyendo agricultura) y también adquirir destrezas vocacionales. De hecho, los usos múltiples y propósitos de los jardines dificultaron a los proponentes de jardines que anclaran de manera firme la jardinería en la estructura educativa y el currículo escolar. Todavía sigue siendo igual.
El fundador del movimiento de jardín infantil (kindergarten), Friedrich Froebel, usó los jardines como una herramienta educativa. Froebel fue influenciado por el reformista educativo suizo Johann Pestalozzi, quien vio la necesidad de un balance en la educación, un balance que incorporaba “manos, corazón y cabeza”, palabras e ideas que serían incorporadas casi dos siglos después en la misión del programa de desarrollo juvenil 4-H del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos. (Estas palabras siguen guiando el trabajo del programa 4-H de la Universidad de California). Líderes educativos como Liberty Hyde Bailey y John Dewey fusionaron ideas sobre el estudio de la naturaleza y educación práctica con la jardinería.
Quizás uno de los primeros programas de jardinería en las escuelas de los Estados Unidos se desarrolló en 1891, en la escuela George Putnam en Roxbury, Massachusetts. (Hoy día, el nacionalmente reconocido proyecto de alimentos también enseña a los jóvenes sobre jardinería y agricultura urbana en el vecindario de Roxbury, en Boston). Al igual que otros interesados en la agricultura, Henry Lincoln Clapp, quien estaba afiliado con la escuela George Putnam, viajó a Europa en busca de inspiración. Después de viajar a Europa y visitar los jardines escolares allí, se asoció con la Sociedad Hortícola de Massachusetts para crear un jardín en Putnam; el modelo fue copiado en todo el estado. Y sirvió como modelo para otros esfuerzos similares, incluyendo un programa de jardinería muy conocido en la ciudad de Nueva York: la Escuela sobre Granjas DeWitt Clinton.
La jardinería se convirtió en casi una locura nacional durante las épocas conocidas como Gilded y Progressive, y los jardines “escolares” gozaron de una inmensa popularidad. El Departamento de Agricultura de los Estados Unidos calculó que había más de 75,000 jardines escolares para 1906. Conforme su popularidad se disparó, sus propulsores se convirtieron en proveedores de información sobre la jardinería escolar y educación agrícola.
Uno de los libros argumentaba que los jardines escolares no eran “una nueva fase de la educación”, sino que era, una “ya antigua” que estaba ganando mérito por su habilidad de satisfacer una gran variedad de necesidades. Los jardines escolares eran una forma de reconectar a los jóvenes estadounidenses urbanizados con su herencia agraria y de productores, una idea Jeffersoniana del robusto granjero independiente. Un autor argumentaba a favor de la importancia de la educación sobre jardines y naturaleza tanto para jóvenes en áreas rurales, como urbanas, por razones “sociológicas y “económicas”.
Una razón muy importante para cultivar un jardín con jóvenes en zonas urbanas era enseñar “a los niños a ser tanto productores como consumidores” y la posibilidad de “desviar la marea poblacional hacia las áreas rurales, para así aliviar las condiciones hacinadas de las ciudad”. Otros reformistas hicieron eco de esta idea, incluyendo a Jacob Riis, quien dijo, “los niños, tanto como la población adulta fueron ‘inspirados a una mayor industria y auto dependencia’. Ellos se enfrentan y desvían sus miradas de los tugurios hacia el campo”. Ahora, un siglo después, el granjero estadounidense promedio tiene 50 años o más, y la necesidad de reconectar una nueva generación con la tierra parece ser más imperiosa. ¿Podrían los jardines y huertos de hoy proveer a los granjeros del mañana?
El movimiento de jardines escolares recibió un fuerte impulso durante la Primera Guerra Mundial, cuando la Oficina Federal de Educación introdujo el United States School Garden Army. Durante los años entre guerras y la Gran Depresión, los jóvenes participaban en jardinería de alivio. Durante la Segunda Guerra Mundial, un segundo programa de Jardines de la Victoria barrió con la nación, pero después de eso, los esfuerzos para tener jardines escolares se convirtieron en la excepción, no la norma.
El movimiento en pro del medio ambiente de los años 70 trajo renovado interés en la idea de jardinería escolar y juvenil y otro periodo de intenso crecimiento se inició a principios de la década de los 90. El interés sobre los programas de la granja a la escuela continúa sobreviviendo en el movimiento de jardines escolares, y algunos estados, especialmente California, han desarrollado medidas legislativas para alentar la creación de jardines y huertos escolares. (El programa “Un jardín en cada escuela” se inició bajo la administración de la superintendente de educación estatal Delaine Eastin. El proyecto de ley 1535 de la Asamblea, que otorga fondos para los jardines escolares se aprobó bajo la administración de Jack O’Connell).
Deberíamos tomar nota del eslogan del programa de jardinería juvenil del gobierno estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial: “Un jardín para todos los niños. Todos los niños en un jardín”. ¿No sería esta una excelente idea hoy día? Con los recortes de fondos en las escuelas, el incremento en el tamaño de las clases y otros retos, algunos programas de jardines escolares se enfrentan a serios desafíos. Se merecen nuestro apoyo, no sólo en la práctica (voluntariado) sino también abogando por políticas públicas que apoyen el trabajo de jardinería de los jóvenes en las escuelas y comunidades. ¿Por qué no abogar a favor de un currículo mandatorio que promueva sistemas de educación alimentaria en las escuelas públicas de Estados Unidos, algo así como “Una carrera por la cosecha?”
Algunos de los mejores modelos para jardines y huertas escolares reposan en nuestro pasado. Pero el verdadero potencial de los jardines escolares de reducir la obesidad, alentar un estilo de vida saludable, reconectar a la juventud con el sistema alimentario y construir comunidades más sanas y vibrantes es algo que podemos llevar a cabo hoy día. . . y es algo que debe importar a nuestra política pública nacional.
Una nota para los lectores: Para conocer más sobre los esfuerzos del United States School Garden Army durante la Primera Guerra Mundial (un EXCELENTE modelo para el currículo nacional actual), visite el sitio web UC Victory Grower.
En la escuela Grant High School se producen alimentos y liderazgo
Recientemente, el Instituto de Sustentabilidad Agrícola de la Universidad de California me dio la oportunidad de visitar la preparatoria Grant Union en Sacramento y conocer la labor del GEO Environmental and Design Academy (Academia de Diseño Ambiental GEO) la cual ofrece programas de culinaria y horticultura.
La escuela está localizada en una zona donde hay muchos retos económicos, y cerca de la mitad de los estudiantes están aprendiendo inglés.
La maestra Ann Marie Kennedy dijo algo que me pareció muy interesante acerca de los estudiantes inscritos en el programa: “Estos jóvenes están desconectados de la agricultura pero no están desconectados de los alimentos.”
El huerto Grant es un huerto compartido por la escuela y la comunidad, y creo que es uno de los mejores modelos para la sustentabilidad de la horticultura escolar. Ahí los horticultores comunitarios no sólo tienen parcelas individuales sino que además colaboran con las parcelas del huerto escolar. Algunos de los horticultores comunitarios tienen hijos o nietos que asisten a Grant, pero para otros el único nexo que tienen con la escuela es simplemente su amor por la horticultura y la oportunidad de cultivar alimentos.
En nuestra visita, trabajamos junto con los estudiantes durante la cosecha, lavamos y cortamos las verduras para cocinar un platillo de pollo estilo chow mein y una ensalada con hortalizas frescas para el almuerzo. Además degustamos la salsa Grant, la cual se vende comercialmente y además es una verdadera incubadora de empresas para los alumnos de último año que participan en el programa.
Fue un almuerzo sencillo pero realmente delicioso. No sólo por el tipo de alimentos, sino por la oportunidad de platicar con los estudiantes y escuchar cómo el programa ha influido en sus vidas. Los jóvenes dijeron que ahora comen más frutas y verduras y llevan esa práctica a sus hogares.
Concluí mi visita sintiendo un enorme agradecimiento por el trabajo que realiza el personal de la escuela Grant y una profunda admiración por los estudiantes. Tengo plena confianza en un futuro que incluirá su liderazgo.
Pero también salí de allí con la idea de que este programa no debería ser la excepción sino la norma. Ya que si verdaderamente estamos comprometidos con un futuro y una nación saludable, necesitamos más programas como este que ponen a los jóvenes en contacto con la tierra, alimentos saludables y con mentores que fomenten su capacidad de liderazgo.
Preparado por Rose Hayden-Smith
Adaptado al español por Norma De la Vega
Alimentos sanos para todos: en L.A. estudian nuevas iniciativas de alimentación
Con una población de más de 10 millones de residentes, el condado de Los Angeles enfrenta retos enormes relacionados con la pobreza y el hambre. Más de un millón de personas sufre hambre o inseguridad alimentaria cada día de acuerdo al Banco Regional de Alimentos de Los Angeles. En un artículo del 6 de septiembre de Los Angeles Times se detallaron los problemas: mientras que los bancos de comida locales enfrentan grandes retos para cubrir la demanda que aumentó a 48 por ciento en sólo dos años, el acceso a alimentos saludables y a precios módicos continua siendo limitado; en cambio, entre las opciones baratas de alimentación se encuentran las comidas rápidas. Esto al tiempo que la obesidad infantil sigue siendo un problema crítico y cuarenta por ciento de los adolescentes en la escuela secundaria han sido clasificados con problemas de sobrepeso y obesidad.
Funcionarios gubernamentales están trabajando para tratar estos problemas de una manera más sistemática. Así, el otoño pasado, el alcalde de Los Angeles, Antonio Villaraigosa convocó a un grupo de expertos, junto con organizadores comunitarios, dueños de restaurantes, especialistas en el área de la salud, empleadores, agricultores, hortelanos urbanos y otros a formar un Grupo de Trabajo sobre Políticas de Alimentación. Se trata de un esfuerzo a corto plazo para recaudar información y hacer recomendaciones que serán dirigidas al alcalde y a quienes toman decisiones en la materia. Este grupo recientemente difundió el reporte, “Agenda del Programa de Alimentos buenos para todos: La creación de un nuevo sistema regional de alimentos para Los Angeles”; este es un plan ambicioso que tiene el propósito de mejorar el acceso a alimentos saludables en ese condado.
El grupo de trabajo definió como “alimentos buenos” aquellos que son saludables, baratos, equitativos (lo que significa que todos los participantes en la cadena de suministros de alimentos reciben una compensación justa) y que sean producidos de forma sostenible, respetando y protegiendo el medio ambiente.
He aquí algunas de las recomendaciones del grupo de trabajo:
- Desarrollar un centro de actividad de alimentos que pueda coordinar los suministros y la demanda de alimentos sustentables locales. (Granjas de varios condados fueron incluidas en la definición de “locales” para el área de Los Angeles).
- Alentar a los distritos escolares a adquirir alimentos locales y sustentables y proveer a los niños almuerzos de alta calidad.
- Promocionar y mejorar la participación en el programa Supplemental Nutrition Assistance Program (SNAP), conocido popularmente como el programa de estampillas para alimentos.
- Facilitar la producción de alimentos en los vecindarios expidiendo, de manera más eficiente, permisos para la creación de huertos comunitarios, y expandiendo acuerdos para la utilización conjunta de terrenos escolares que las escuelas pueden ofrecer para huertos comunitarios.
- Empezar un consejo permanente de normas de alimentos regionales, que incluya tanto a quienes toman decisiones para la ciudad como para el condado, así como a líderes comunitarios.
Aunque Los Angeles es sólo una de una de numerosas áreas metropolitanas donde se están formando grupos de trabajo de esta naturaleza, es apasionante ver que el condado más poblado en el estado y en el país, está atendiendo el tema de los alimentos. No obstante que el condado de Los Angeles tiene un número reducido de granjas, los condados vecinos, inclusive Ventura, mantienen una actividad agrícola comercial importante. Iniciativas como las recomendadas por el grupo de trabajo de Los Angeles no solo mejorarán la selección y las opciones de alimentos sanos para los consumidores, sino además pueden promover nuevos mercados para los agricultores locales.
Los programa de la división de Agricultura y Recursos Naturales de la Universidad de California, tales como la Extensión Cooperativa en el condado de Los Angeles, ofrecen orientación experta, basada en la ciencia, en temas como horticultura urbana, educación sobre nutrición, producción sustentable de alimentos y mucho más, y sirven como un recurso para los legisladores locales y residentes que están trabajando por mejorar el acceso a alimentos saludables. Para obtener más información sobre el Grupo de Trabajo sobre Políticas de Alimentación y para leer el reporte “Agenda del programa de alimentos buenos para todos”, visite el sitio en Internet http://goodfoodla.org/.
Mejorar el acceso a frutas y verduras locales es parte del “Programa de alimentos buenos para todos “.