Comprando frutas y verduras, 'como lo hacíamos antes'
Poder comprar al aire libre y tener la oportunidad de escoger libremente, hacer preguntas, probar y quizás regatear un poco son algunas razones por las cuales para los inmigrantes de Latinoamérica y otras partes del mundo los mercados del agricultor son particularmente atractivos. Los recuerdos de infancia al ir con la familia a comprar en mercados al aire son probablemente otras razones importantes; pero también lo son para consumidores nativos de Estados Unidos de edad mayor, quienes están convirtiéndose en clientes habituales.
Afortunadamente, a medida que más consumidores - que no son latinos o inmigrantes - descubren las ventajas de comprar alimentos vegetales frescos producidos en granjas pequeñas, todos tendremos más oportunidades de disfrutar comprando nuestras frutas y verduras favoritas “como lo hacíamos antes”.
A mi esposa, Sylvia, y a mí nos resulta más divertido comprar esos productos en los mercados del agricultor de Redlands y San Bernardino que operan cerca de casa, desde la primavera hasta comienzos del invierno, que en el supermercado de nuestro vecindario. El ir de puesto en puesto mirando lo que ofrecen es una experiencia completamente distinta, y ciertamente mucho más interesante.
Comprar en mercados del agricultor no hace sentir que obtenemos más por nuestro dinero. Ansiosos por vender, los comerciantes gustosamente le saludan y platican con usted, como si fueran conocidos. Uno se siente invitado a mirar de cerca los productos a la venta. Tratan de mostrarle que se interesan por usted como cliente individual y quieren dejarle satisfecho con su compra, como solía ser antes de que los grandes supermercados controlaran el sistema de provisión de alimentos.
¿Todavía no se convence? ¿Qué tal una probadita de las frutas y verduras que los comerciantes tienen listas para ofrecerle?
¿Cuándo fue la última vez que le trataron así en su supermercado?
Para mi esposa y para mí, eso es lo más cercano a remontarnos a la época en que íbamos a comprar en los mercados al aire libre de nuestra infancia, ella en Nicaragua y yo en México. Esa es una tradición que tiene su origen en los tianguis, como los antiguos aztecas llamaban a sus mercados al aire libre.
Los conquistadores españoles se maravillaban ante la amplia y colorida variedad de frutas, verduras, hierbas aromáticas y otros productos frescos que se vendían en los mercados indígenas, según cuenta Bernardino de Sahagún en su Historia general de las cosas de la Nueva España. Ellos encontraban elotl (maíz tierno en mazorca) y teosintl (maíz seco para tortillas y tamales), éxotl (ejotes y también como frijol seco), tomatl (tomates), ayotl (calabacines o calabaza), aguacatl (aguacates), una enorme variedad de chiles y muchos otros alimentos nativos de la América Latina precolonial y que ahora ayudan a alimentar a todo el mundo.
Con la ayuda del Programa de Pequeñas Granjas, de la División de Agricultura y Recursos Naturales de la Universidad de California, y sus asesores agrícolas los productores californianos continúan proveyéndonos de una creciente variedad de frutas y verduras que hacen las delicias de inmigrantes oriundos de todos los rincones del planeta. Muchos de estos productos pueden encontrarse en mercados de granjeros cercanos a donde usted vive.
Claro, los productos en los mercados al aire libre no tienen la tentadora vistosidad que tienen las frutas y verduras cuidadosamente pulidas y colocadas con esmero en las tiendas de comestibles. Pero mi esposa y otros clientes habituales juran que el sabor es mucho mejor en lo que se compra de los modernos mercaderes nómadas.
Quizás uno tenga que pagar un poquito más que en los supermercados que compran grandes cantidades de frutas y verduras a bajo precio de granjas gigantescas, que podrían estar a miles de millas de distancia y tal vez en otros países. Pero comprando de granjas locales uno tiene la sensación de estar ayudando a mantener viva la tradición agrícola de nuestro estado.
Comprando productos cultivados en granjas locales es definitivamente una manera de contribuir al bienestar de su propia comunidad. A menudo, no cabe duda de quién sale ganando.
Durante una reciente visita al mercado de granjeros en el centro de San Bernardino, mi esposa quería comprar sólo unos cuantos chiles serranos. El vendedor la sorprendió al darle toda una bolsa llena, ¡con más de dos libras de chiles!
“¿Y ahora, qué hago con todo esto?”, me contó luego. De cualquier manera, se los llevó a casa y encontró una receta para hacer Chiles encurtidos. La próxima vez que usted tenga tal suerte, busque en la Internet una de las muchas recetas para preservar frutas y verduras y consejos para hacer conservas en casa, incluso un breve vídeo, en inglés, que indica lo que debe hacer y qué no debe hacer al prepararlas, para evitar la intoxicación con alimentos.
Como ocurre en cualquier industria, los mercados de granjeros están bien conscientes de los cambios demográficos y tienen vendedores hispanoparlantes. Conocedores de las costumbres de inmigrantes latinos, no es raro que al darle lo que compró le pongan una fruta o verdura extra en la bolsa o en su mano, como una muestra de aprecio.
“Ésta es para usted”, podrían decirle con un guiño y una sonrisa.
¿Ha recibido últimamente uno de esos regalitos de su supermercado?
Escrito originalmente en inglés y adaptado al español por Alberto Hauffen.
Clientes en mercado del agricultor en Redlands.