- Author: Myriam Grajales-Hall
ALAMEDA-(UC)— Cada año, el gobierno de los Estados Unidos gasta miles de millones de dólares en programas de subvenciones agrícolas y de asistencia alimentaria dirigidos a personas de bajos ingresos. Aunque se ha demostrado que tales programas aportan algunos beneficios, un experto de Extensión Cooperativa de la Universidad de California opina que la forma en que se llevan a cabo no fomenta la buena salud, y recomienda que se hagan algunos cambios importantes, particularmente a raíz de la crisis de enfermedades crónicas que confronta el país.
“La mayoría de estadounidenses tienen una alimentación deficiente y consumen cantidades inadecuadas de frutas y verduras”, observa Josh Miner, analista de sistemas del Programa de Educación sobre Nutrición del Programa de Estampillas para Alimentos de Extensión Cooperativa de la UC en el condado de Alameda. “Sin embargo, las personas de ingresos bajos sufren desproporcionadamente de enfermedades crónicas relacionadas con la alimentación, como la obesidad, la diabetes y las enfermedades del corazón”.
Esto se debe en parte a que las frutas y verduras con frecuencia son mucho más caras y difíciles de encontrar en los mercados pequeños y restaurantes que frecuentan los consumidores de ingresos bajos, así como en otros lugares a los que acuden donde se sirven alimentos.
Otro factor que contribuye a este problema, según Miner, es el diseño mismo de los programas de asistencia alimentaria. Como ejemplo, cita el Programa de Estampillas para Alimentos bajo el cual el gobierno distribuyó en el 2003 un total de $21.4 mil millones a un promedio de 9.2 millones de hogares, representando un promedio de $195 mensuales para cada hogar. En el 2003, sólo participaron el 61% de las personas en el país que reunían los requisitos para participar en el Programa de Estampillas para Alimentos. En California, la participación fue apenas del 39%.
Miner opina que estos niveles de participación tan bajos pueden explicarse de varias maneras. Con frecuencia, las personas elegibles desconocen los requisitos. Además, el proceso de solicitud “es bastante difícil y deshumanizante”, y es común la opinión de que los beneficios que pudiesen conseguirse no valen la pena tomando en cuenta el esfuerzo necesario para obtenerlos.
En California, la gran comunidad inmigrante es parte de la razón del nivel tan bajo de participación estatal en este programa. Miner explica que existe también “el persistente y frecuentemente bien fundamentado temor entre las comunidades inmigrantes de que quedarán expuestos al Servicio de Inmigración y Naturalización (INS, por sus siglas en inglés) los miembros indocumentados de la familia durante el proceso de solicitud de personas elegibles, como los niños nacidos en los Estados Unidos”.
El objetivo del Programa de Estampillas para Alimentos es suplementar los ingresos de miles de estadounidenses para que puedan costear la compra de una mayor cantidad de alimentos. Ciertamente se ha logrado este objetivo hasta cierto punto, pues se conoce que los participantes gastan 26 centavos en alimentos por cada dólar adicional que reciben en estampillas para comida. Sin embargo, gastan los 74 centavos restantes en otros artículos de consumo.
La crítica principal de Miner es que este programa, al igual que otros similares, sólo trata de influir levemente en la calidad nutritiva de la alimentación de los participantes. Por ejemplo, el especialista apunta que una revisión de este tipo de programas indica que no hay suficiente evidencia convincente de que mejoran la calidad total de la alimentación de los participantes, aunque sí hay algunas indicaciones de que han aumentado su consumo de ciertos nutrientes.
Minier critica igualmente a los programas gubernamentales de subvenciones agrícolas para la producción de alimentos básicos que consisten en pagos directos a los agricultores que cultiven maíz, trigo, algodón, frijol de soya y arroz.
Miner indica que una proporción considerable de pagos por la producción de alimentos básicos, por ejemplo, está dirigida principalmente a cultivos cuyo uso primordial es para la producción de calorías en la forma de grasas como el aceite de maíz y azúcares como la miel de maíz alta en fructosa.
Además, los requisitos actuales para recibir subvenciones para la producción no incluyen la producción de frutas, verduras y nueces, cultivos que predominan en la agricultura en California. Como resultado, el número de agricultores californianos que reciben estas subvenciones es más bajo que el promedio nacional.
A muchos estadounidenses les resulta muy costoso comprar alimentos saludables. Miner apunta que cuesta menos consumir calorías en forma de grasas y azúcares que han sido agregadas a los alimentos procesados ya que los alimentos más ricos en nutrientes son generalmente más caros. Por esto él cree que es muy importante aumentar el poder de compra de los estadounidenses de bajos ingresos.
El especialista recalca que es de importancia inmediata el aumento del consumo de frutas y verduras cuyo procesado sea mínimo, así como el consumo de productos de granos enteros para combatir las exorbitantes tasas de enfermedades crónicas relacionadas con la alimentación.
Una de las ideas que propone es que el Departamento de Agricultura de los EE.UU. (USDA, por sus siglas en inglés) aumente el alcance del Programa de Nutrición de los Mercados de Granjeros (farmers’ markets) para fomentar la compra de frutas y verduras por parte de los consumidores de pocos ingresos. Actualmente, este programa brinda $20 millones en cupones a personas de la tercera edad y de bajos ingresos para que hagan compras en los mercados de granjeros.
Miner recomienda también cambios a los programas de subvenciones de apoyo a la producción agrícola para que el USDA pueda “invertir en las buenas costumbres alimenticias de los estadounidenses de ingresos bajos y a la vez abrir el paso a mercados nuevos para los productores de alimentos saludables”. Apunta que los cambios tendrían que ser diseñados de tal manera que se evitara algún impacto negativo en los programas de distribución de alimentos que sirven a las escuelas y a los bancos de alimentos.
“Aumentar la disponibilidad de alimentos saludables y reducir su costo a los consumidores ayudaría a armonizar las políticas de agricultura y nutrición con las metas de salud pública y sería una buena política gubernamental”, apunta el especialista.
Investigaciones anteriores han demostrado que el costo influye en la compra de alimentos, especialmente si el nivel de ingresos del consumidor es bajo. Indican asimismo que la reducción de precios al por menor es un método efectivo para aumentar la compra de alimentos que fomentan la buena salud.
Miner considera que el USDA podría ayudar a mejorar la salud pública creando un sistema que proporcione incentivos monetarios significativos para la compra de alimentos sanos a quienes participan en el Programa de Estampillas para Alimentos. Al ligar los incentivos directamente a este tipo de productos, opina, hay buenas probabilidades de que las subvenciones pudiesen aportar otros ahorros en el futuro como resultado de mejoras a la salud, mayor productividad y otros beneficios económicos y sociales.
NOTA: Este artículo se basa en el estudio "Market Incentives could bring U.S. agriculture and nutritition policies into accord", publicado en la revista California Agriculture, Volume 60, Number 1, edición de enero-marzo 2006.
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