RIVERSIDE- (UC) -- Hay una gran variedad de marcas de agua embotellada y muchos consumidores la compran, pensando que su calidad es mucho mejor que la del agua que pueden obtener del grifo. Esta clase de agua cuesta más y, en ocasiones, puede estar contaminada. El riesgo de enfermedad por contaminantes en el agua es relativamente pequeño para la mayoría de los consumidores, pero es mayor para quienes, por su edad o condición física, son más susceptibles a enfermarse.
Marylynn Yates, microbióloga de la Universidad de California en Riverside, cita el reporte publicado por el Consejo Nacional de Defensa de Recursos (National Resource Defense Council) en 1999 tras de cuatro años de estudio sobre la industria del agua embotellada en el que 33 por ciento de las botellas de agua analizadas de 103 marcas diferentes contenían cantidades significativas de contaminación química o bacterial, más de la permitida por normas estatales o industriales. De las muestras, 20 por ciento contenían algunas sustancias químicas como solventes y sustancias químicas industriales en uso para la manufacturaciòn del plástico. De preocupar también es la presencia de arsénico, cancerígeno que ha sido encontrado tanto en aguas municipales como embotelladas. “Estar expuesto a niveles peligrosos de arsénico por más de 10 años puede provocar cáncer de la piel”, explica Yates.
El agua embotellada es mucho más costosa que el agua municipal. "En ocasiones el agua embotellada está más contaminada que el agua regular", dice Yates. "Un nombre original y una etiqueta atractiva no garantizan que el agua sea pura".
Se calcula que en 25 a 40 por ciento de los casos, los consumidores pagan entre 240 a 10,000 veces más por galón de agua embotellada que, en muchos casos, proviene directamente del grifo. Apunta Yates que algunas marcas de agua embotellada tienen dibujos de montañas glaciales en la etiqueta y dicen ser aguas “de manantial” (spring water) a pesar de que su fuente de abastecimiento es el agua municipal.
El crecimiento de la industria del agua embotellada, que se ha más que triplicado desde 1986, se debe en gran parte a la preocupación de los consumidores por la calidad del agua municipal. En años pasados, las embotelladoras con frecuencia enfocaron sus esfuerzos de mercadotecnia en comunidades donde se había encontrado contaminación bacterial o química en las aguas municipales.
Parte de la diferencia en la calidad de agua de diversas fuentes es que son varias las agencias encargadas de vigilarla y son diferentes las normas que usan. Por ejemplo, la Agencia de Protección al Medioambiente (EPA), reglamenta el agua municipal, y la Administración de Alimentos y Drogas (FDA) vigila el agua embotellada. No sólo son menos exigentes las normas que aplica la FDA, sino que exime de reglamentos al agua que se embotella y vende dentro de un mismo estado, cosa que sucede en 60 a 70 por ciento de las ventas de agua embotellada. Cuarenta de los 50 estados aplican reglamentos estatales en estos casos, pero 10 estados no lo hacen.
La FDA aplica también normas menos exigentes al agua gaseosa embotellada (carbonated) y al agua estilo “seltzer”. Menos de la mitad de los estados aplica reglamentos estatales en el caso de agua gaseosa embotellada y estilo “seltzer”.
Legalmente, el agua embotellada puede contener cierta cantidad de la bacteria E. coli u otra bacteria fecal, a diferencia del agua municipal. Otras diferencias se encuentran en el tratamiento y pruebas que se realizan en ambos tipos de agua. Los distribuidores de agua municipal deben tratar el agua para matar patógenos, cosa que no se requiere a los embotelladores de agua. Los niveles de bacteria en el agua municipal se miden cientos de veces al mes; en el agua embotellada, sólo una vez a la semana. Los distribuidores de agua municipal hacen pruebas trimestrales para ver el contenido de sustancias químicas sintéticas; los de agua embotellada, sólo una vez al año.
En la mayoría de los adultos, la mayoría de los contaminantes microbiales que se encuentran en el agua pueden causar sólo problemas de salud pasaderos. Si provocan alguna enfermedad microbial, tiende a durar un día o dos y, por sus síntomas, muchos la consideran “influenza estomacal”.
Los bebés, las mujeres embarazadas y lactantes, las personas mayores o que toman medicamentos que suprimen el sistema inmunológico o quienes tiene limitado el funcionamiento de este sistema por enfermedad corren un riesgo mayor. Yates recomienda que si estas personas no están conformes con el agua municipal, deben llamar a las compañías embotelladoras a pedir datos sobre la fuente del agua y los pasos que toman para realizar pruebas, filtrar y desinfectar el agua que embotellan. Si no ofrecen la información, Yates aconseja que no compren ni consuman sus productos.
“No es necesario tomar una actitud alarmista,” observa Yates, “pero creo que…[los] consumidores deben comprender el riesgo. No hay manera de eliminar los microorganismos del agua a menos que se hierva y, sin realizar pruebas costosas, no hay manera de asegurarse de que el agua se encuentra libre de sustancias químicas posiblemente dañinas”, señala la especialista.