Por Delaine Eastin
California es sede de una industria agrícola de 37 mil millones de dólares y de algunas de las mejores universidades públicas y privadas de todo el mundo; no obstante, nos enfrentamos a una crisis educativa y de salud entre nuestra juventud. Los retos incluyen una alta tasa de obesidad infantil, una creciente deserción escolar y un bajo rendimiento académico, especialmente en las ciencias.
Estos retos son persistentes y le cuestan al Estado Dorado miles de millones de dólares anualmente, lo cual pone a las futuras generaciones en riesgo y amenaza nuestra viabilidad a largo plazo en la economía global. Por ejemplo, el costo económico que encara California por los problemas de sobrepeso, obesidad e inactividad física es el más alto en la nación, ascendiendo a 41 mil millones de dólares al año, de acuerdo con un estudio realizado en el 2009 por el Centro para la Defensa de la Salud Pública de California (California Center for Public Health Advocacy).
Más de una tercera parte de los niños de las escuelas de California sufren de sobrepeso u obesidad, incrementando su riesgo de padecer de condiciones crónicas serias, como la diabetes tipo 2 y enfermedades del corazón (según los Centros para el Control de Enfermedades). Este problema es aún más prevalente entre los niños más pobres y minorías étnicas.
También estamos lidiando con un severo déficit en el área de las ciencias, materia en la que los estudiantes rutinariamente están obteniendo grados inferiores a los de sus contrapartes internacionales. A nivel nacional, nuestro estado se situó en el lugar 47 en materia de ciencias durante la Evaluación Nacional del Progreso Educativo del 2011. Esto es un muy mal presagio, no solo para quienes aspiran a carreras científicas, pero también para todos los estudiantes que viven en la sociedad actual que gira en torno al conocimiento.
La crisis empeora conforme vemos a jóvenes provenientes de familias acomodadas superar a los de bajos recursos, especialmente cuando las tasas de pobreza en California se están incrementando más rápidamente que en otras partes de nuestra nación. Cifras recientes de la Oficina del Censo de EUA indican que cerca de uno de cada cuatro niños en California vive en la pobreza. Y vemos a los niños blancos dar mejor rendimiento que los niños afroamericanos y latinos, así como los niños superan las niñas.
Aun así, siendo uno de los estados más poblados y diversos de la unión, que cuenta con una agricultura abundante y una educación superior de primera clase, California puede reunir recursos únicos para enfrentar estos problemas. La División de Agricultura y Recursos Naturales de la UC (ANR, por sus siglas en inglés) se ha embarcado en un programa de cinco años para promover estilos de vida saludables, educación científica y un desarrollo juvenil positivo. La Iniciativa Estratégica para Familias y Comunidades Saludables(Healthy Families and Communities Strategic Initiative) aborda los tres objetivos a través de proyectos que integran investigación dentro de las comunidades y escuelas, con el objetivo de obtener información con bases científicas sobre lo que da los mejores resultados con los niños.
Por ejemplo, los estudios nos dicen que el hambre está relacionada tanto con el bajo rendimiento académico como con la obesidad. También sabemos que si a los niños se les ofrecen mejores opciones de alimentos, como fruta fresca, incrementan dramáticamente sus elecciones saludables. Al ayudar a las escuelas a que ofrezcan comidas más nutritivas - con más frutas y verduras frescas - mientras se abordan otros cambios alimenticios y se incrementa la actividad física, la investigación bajo esta iniciativa busca mejorar el estado de salud de los niños. En el Programa para Escoger Opciones Saludables(Shaping Healthy Choices Program), los investigadores lanzaron un estudio comunitario integral y controlado que incluye huertos instructivos vinculados a una educación científica y nutritiva, una mejor alimentación y ejercicio. Como parte de sus esfuerzos, ayudarán a desarrollar una infraestructura escolar para mantener el programa más allá del periodo de financiamiento de cinco años.
El esfuerzo estratégico de ANR no podría llegar en un momento más crítico. Las interrogantes a las que nos enfrentamos son:
- ¿Puede un programa escolar y comunitario multifacético e integrado, dirigido a una niñez culturalmente diversa, fomentar una alimentación saludable y la actividad física?
- ¿Puede promover educación científica, inclusive un entendimiento de la nutrición, en entornos formales e informales?
- ¿Podemos usar esos programas para promover la agricultura regional sustentable?
- ¿Podemos hacer uso de investigadores, consejeros de extensión y maestros para difundir estos programas de manera estratégica?
Para mejorar el desempeño científico, ANR propone que edifiquemos la capacidad de ex educadores y voluntarios del programa 4-H para lograr que los estudiantes se involucren en descubrimientos basados en una investigación y aprendizaje práctico. Con respecto a este tema, los líderes del Programa de Desarrollo Juvenil 4-H de la UC son reconocidos por sus modelos innovadores sobre currículos y desarrollo profesional para programas después de clases. Ellos analizarán el impacto de la participación de jóvenes en programas fuera de las aulas escolares y con base en las comunidades que aportan conocimientos y destrezas científicos; al mismo tiempo, medirán el impacto en el desarrollo profesional de los educadores.
Fincado en un desarrollo juvenil positivo en lugar de modelos basados en un déficit, el Programa de Desarrollo Juvenil 4-H se halla entre los programas juveniles de alta calidad que se encuentran estrechamente asociados con mayores logros escolares y tasas de graduación. Las extremadamente altas tasas de deserción escolar en California representan una grave preocupación para todos los que saben que la educación se está volviendo más, no menos, importante. No obstante que las tasas oficiales de deserción escolar en California se han situado entre 12 y 24 por ciento durante varios años (en base a reportes escolares), sabemos de hecho que un 32 por ciento de los estudiantes de primer grado de preparatoria no se gradúa en cuatro años. Cada año, alrededor de 100,000 jóvenes californianos alcanzan la edad para graduarse de preparatoria pero no lo hacen.
Al final del día, la Iniciativa Estratégica para Familias y Comunidades Saludables se trata de un cambio, un cambio científicamente medible, para producir evidencia concreta sobre el progreso entre los jóvenes debido a estos esfuerzos. La iniciativa utilizará la información existente y nuevos hallazgos generados por sus intervenciones, en una amplia gama de indicadores, incluyendo los resultados de las pruebas de progreso académico en ciencias, las tasas de graduación de preparatoria, las inscripciones en la universidad y empleo juvenil. Este esfuerzo aportará un criterio para medir los entornos escolares y comunitarios saludables aun cuando examinemos la equidad de los resultados para diferentes grupos raciales, étnicos y por género.
Una vez que tengamos esta información, podemos presentar el caso para obtener el apoyo público y canalizar los recursos en la dirección correcta. Los educadores evaluarán la información e identificarán los programas que sean efectivos, observando el impacto que se tenga en el apoyo de fondos públicos. Necesitamos concientizar a los ciudadanos sobre la investigación que apoya los esfuerzos para promover la salud y educación entre los niños en sus propias comunidades.
Las familias y niños saludables son vitales para nuestra nación y su futuro próspero. Es tiempo que los principales participantes en la educación superior se unan al proyecto para promover el bienestar general mediante el enfoque en iniciativas científicas medibles que podamos seguir para garantizar las bendiciones de la libertad para nuestra posteridad. Felicito a UC ANR por esta Iniciativa Estratégica para Familias y Comunidades Saludables. Les doy las gracias a nombre de nuestras futuras generaciones.
Este editorial fue publicado en la revista científica California Agriculture, ejemplar de enero-marzo 2013, volumen 67, Número 1.
Delaine Eastin, editorialista invitada, fue superintendente de Instrucción Pública de California de 1995 al 2003.