DAVIS (UC) – Para reducir la progresión de los cambios climáticos globales y obtener una mayor independencia energética, los estadounidenses están mostrando un creciente interés en adoptar un cambio a combustibles renovables producidos mediante cultivos domésticos. De hecho, el Congreso ha ordenado que se agregue por lo menos 16 mil millones de galones de etanol celulósico al suministro de combustible de EUA para el 2022.
Sin embargo, los cálculos sugieren que para poder producir esa cantidad de combustible requeriría una superficie de tierra de 40 a 50 millones de acres, un área equivalente a casi todo el estado de Nebraska.
“Si convertimos los campos de cultivo que ahora generan alimentos a la producción de combustible, ¿qué sucederá con nuestro suministro alimentario?”, pregunta Maggi Kelly, especialista de Extensión Cooperativa y directora del Programa IGIS, de la División de Agricultura y Recursos Naturales de la UC . “Si empezamos a sembrar cultivos para generar combustible en terrenos que no tienen uso agrícola en la actualidad, ¿se hará en detrimento del hábitat de la vida silvestre y espacios abiertos, agua limpia y vistas panorámicas?”
Kelly y Sara Lewis, estudiante de postgrado de UC Berkeley están conduciendo una investigación para poder entender mejor las opciones sobre el uso de la tierra para producir materia prima que genere biocombustible. Las expertas llevaron a cabo una investigación bibliográfica, en la cual los resultados de múltiples proyectos realizados en todo el mundo son evaluados, agregados y comparados.
“Cuando surgen preguntas en los reportes que contrastan los alimentos y terrenos para producir combustible, los autores con frecuencia sugieren que los cultivos para generar combustible sean plantados en ‘tierras marginales’”, señaló Kelly. “Pero, en realidad ¿qué significa eso? Hurgando entre los escritos, nos dimos cuenta que no existe una definición estándar para ‘tierras marginales’”.
La evaluación que Kelly y Lewis hicieron de estos reportes se enfocó en proyectos que usaron la tecnología geoespacial para explícitamente hacer un mapa de tierras marginales, abandonadas o degradadas específicamente para el propósito de plantar cultivos bioenergéticos. Las expertas enfocaron su búsqueda en 21 reportes publicados entre el 2008 y 2013, y en todos ellos no encontraron una definición común para tierras marginales.
“Tenemos que ser cuidadosos cuando hablamos sobre lo que es marginal. Debemos ser explícitos en nuestras definiciones y al crear mapas y modelos”, dijo Kelly. “En nuestro laboratorio estamos tratando de entender el panorama bajo múltiples lentes y dar prioridad a diferentes usos y determinar cómo impactan a la tierra los regímenes de gestión”.
El reporte sobre esta investigación, titulado Mapping the Potential for Biofuel Production on Marginal Lands: Differences in Definitions, Data and Models across Scales (Poniendo en un mapa la potencial producción de biocombustible en tierras marginales: diferencias en definiciones, información y modelos a lo largo de escalas) fue publicado en el International Journal for Geo-Information.
Extensión Cooperativa de la Universidad de California
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