La soya se encuentra hoy en día en todas partes de la dieta estadounidense. El tofu se ha convertido en un ingrediente más común, la leche de soya llena la sección de lácteos y se puede encontrar rellenos y aditivos de soya en productos procesados desde sopas a hamburguesas de carne y vegetarianas y saborizantes como los polvos de queso. Los altos niveles de compuestos parecidos al estrógeno, llamados fitoestrógenos, han sido durante mucho tiempo un tema de estudio científico y de una continua conversación sobre nutrición y salud. ¿Comer soya tiene un impacto en nuestro desarrollo sexual? ¿Daña la salud reproductiva de las mujeres? ¿Disminuye los síntomas de la menopausia? En una matriz de reportes noticiosos confusos producidos durante la pasada década, se ha reportado a la vez, que la soya alienta ciertos cánceres y protege de otros.
“A pesar del gran interés en los efectos de los fitoestrógenos en los humanos y ganado, se conoce muy poco sobre con qué frecuencia las plantas estrogénicas son consumidas por nuestros más cercanos parientes vivientes, así que decidí empezar a examinar las plantas comestibles importantes para varias especies silvestres de primates en busca de actividad estrogénica”, dijo Michael Wasserman, un estudiante de post doctorado en el Departamento de Antropología de la Universidad de McGill y autor principal del estudio, quien llevó a cabo la investigación mientras cursaba su doctorado en física en el Departamento de Ciencias del Medio Ambiente, Política y Administración de la Universidad de California en Berkeley.
Trabajando en el laboratorio de Dale Leitman, un profesor adjunto en el Departamento de Ciencias de la Nutrición y Toxicología de UC Berkeley, Wasserman midió la presencia de fitoestrógenos en las dietas de dos especies de primates de Uganda que se alimentan de hojas, y encontró que ambas especies consumían rutinariamente plantas estrogénicas como parte de los alimentos básicos en sus dieta. Un 10 por ciento de la dieta del mono colobo rojo del Parque Nacional Kibale consistía de plantas estrogénicas y en el caso del gorila de montaña del Parque Nacional Bwindi Impenetrable, que fue estudiado por su co autora Jessica Rothman, profesora asistente de ecología primate en el Colegio Hunter, las plantas estrogénicas componían cerca de un 9 por ciento de su dieta total.
Wasserman ahora estudia cómo estás plantas afectan el sistema endocrino del colobo, el cual, al igual que el nuestro, regula muchos procesos y conductas fisiológicos. También mide la presencia de fitoestrógenos en las dietas de los primates que comen frutas, como el chimpancé, lo cual puede producir más información sobre la relación entre estos animales y plantas.
Conforme se dan sus resultados, Wasserman espera que la investigación aclare qué tanto tiempo llevan los humanos comiendo alimentos de plantas estrogénicas durante nuestra historia evolucionaria.
“A través de la mayor parte de la historia humana hemos vivido como cazadores-recolectores, consumiendo grandes cantidades de alimentos de plantas silvestres, especialmente frutos y nuestra biología ha cambiado poco desde estos tiempos pre agrícolas”, dijo.
Al estudiar a los chimpancés, gorilas y otros primates silvestres que también dependen de alimentos de plantas para satisfacer sus necesidades nutritivas, Wasserman espera ayudar a clarificar la importancia del nicho alimenticio (consumidores de frutas vs. consumidores de hojas) y filogenia (simio vs. mono) para una exposición fitoestrogénica.
“Si solamente los que se alimentan de hojas están consumiendo estas plantas, entonces, para nosotros comer alimentos como la soya debe ser relativamente una nueva tendencia", señaló Wasserman. "Si los simios que comen frutas consumen plantas estrogénicas, es probable que hayamos venido consumiendo fitoestrogénicos desde hace millones de años”.
El estudio se publicó en la edición de mayo del American Journal of Physical Anthropology.