Cuando se trata de mamás lactantes y sus bebés, una distinguida red de causas y efectos conectan al clima, leche materna, microbios intestinales y salud del infante.
Esa red fue claramente ilustrada por un estudio recientemente publicado en el que participaron 33 mujeres y sus bebés en la nación de Gambia, en África Occidental. El equipo de investigación, que incluye a científicos de UC Davis y Agricultura y Recursos Naturales de la UC descubrió que los azúcares complejos presentes en la leche materna llamados oligosacáridos ayudaron a proteger a los bebés lactantes de enfermedades y también influyeron en la mezcla de microbios en sus intestinos.
Los investigadores también mostraron que los cambios en la disponibilidad de alimentos de una estación a otra afecta la composición de la leche materna y la calidad protectora del microbioma intestinal de los bebés. Y esos cambios, a su vez, tienen un impacto en la salud y crecimiento de los infantes lactantes.
La composición de los azúcares de la leche materna y la salud infantil
Los oligosacáridos ocurren abundantemente en la forma de más de 200 diferentes estructuras químicas en la leche materna. Se ha sabido que algunas veces estos azúcares complejos contribuyen a la salud del infante apoyando el crecimiento de la bacteria benéfica en los intestinos de los bebés. Y esta bacteria intestinal ha demostrado jugar un papel importante en el combate a enfermedades infecciosas.
Pero se conocía muy poco en torno a que los cambios en la composición de los azúcares de la leche maternal podrían afectar la salud y crecimiento de los infantes, especialmente aquellos que viven en áreas donde las tasas de infección son altas.
Para explorar esa relación, los investigadores monitorearon la composición de los oligosacáridos en la leche materna y analizaron el microbioma de los infantes a las cuatro, dieciséis y veinte semanas de haber nacido. Luego analizaron la información en busca de posibles relaciones con la salud y crecimiento de los bebés y el estado de su microbioma intestinal.
Descubrieron que dos de los oligosacáridos, lacto-N-fucopentaose y 3′-sialyllactose, tienen una relación directa con la salud y crecimiento de los bebés. Altos niveles del primero fueron asociados con una reducción en las enfermedades infantiles y una mejora en el crecimiento basado en la estatura de acuerdo a la edad, mientras que el último probó ser un buen indicador del crecimiento infantil, medido por el peso de acuerdo a la edad.
“Nuestros hallazgos aportan evidencia que algunos oligosacáridos específicos de la leche humana pueden alterar la composición de la leche materna, incrementado su nivel de protección contra las infecciones y permitiéndole al infante invertir energía en su crecimiento en lugar de tener que combatir las enfermedades”, dijo Angela Zivkovic, autora correspondiente del estudio y profesora asistente de nutrición en UC Davis.
La influencia de las estaciones húmeda y seca
Los investigadores también tenían la curiosidad acerca de cómo los cambios de las estaciones del año en la disponibilidad de alimentos, lo cual impacta significativamente la dieta de las madres, podría reflejarse en la composición de la leche materna y la salud del infante.
Gambia cuenta con dos estaciones diferentes, la húmeda, de julio a octubre y la seca, de noviembre a junio.
La estación húmeda también conocida como estación del “hambre” porque es la temporada del año en la que tienden a disminuir los suministros alimentarios, se incrementan las tasas de infección y el trabajo agrícola se incrementa a lo máximo. En contraste, la estación seca o de “cosecha” se caracteriza por una abundancia de suministros alimentarios, así como el más alto almacenamiento de energía y menor número de enfermedades entre la población local.
Los investigadores descubrieron que las madres que amamantan durante la temporada húmeda o de “hambre” producen significativamente menos oligosacáridos en su leche que aquellas que amamantan en la estación seca.
Al examinar la composición del microbioma intestinal de los infantes, los investigadores notaron que la mayoría de la bacteria correspondía al género de Bifidobacteria. También descubrieron que los mayores niveles de la bacteria Dialister y Prevotella iban acompañados de menores niveles de infección.
Además, los niveles más altos de la bacteria Bacteroides estaban presentes en los intestinos de los infantes que presentaban niveles anormales de “calprotectina” – un bio marcador asociado a infecciones intestinales.
“Estamos muy interesados en saber cuáles factores dietéticos específicos influyen en la composición de los oligosacáridos de la leche materna”, indicó Zivkovic. “Si no podemos encontrar los mecanismos que cambian la composición de los azúcares de la leche materna, podríamos contar con un nuevo enfoque para modificar el microbioma de los infantes y en definitiva influenciar la salud y vigor del bebé lactante”.
El estudio realizado por Zivkovic y sus colegas aparece en línea en el diario Scientific Reports. La investigación es parte de un proyecto de largo plazo e interdisciplinario de la UC Davis acerca del análisis de la leche y su papel en la nutrición.
Los fondos para el estudio fueron aportados por los Institutos Nacionales para la Salud, el Consejo para la Investigación Médica del Reino Unido, la Fundación Bill y Melinda Gates, la Fundación Alfred P. Sloan y la Cátedra Patrocinada Peter J. Shields para la Ciencia de los Alimentos Lácteos de la UC Davis.