RIVERSIDE-
(UC)—Los
desastres naturales pueden traumatizar a los niños y se requiere de mucho
tiempo, ayuda especial y paciencia para sobreponerse a sus efectos.
Según los especialistas de Extensión Cooperativa de la Universidad de
California, después de una catástrofe, los niños pueden sufrir efectos
emocionales y cambios de conducta por meses o hasta años. Esto puede afectar el
ambiente familiar, debido a la actitud de los niños o de los mismos padres
quienes también pueden experimentar fuertes emociones respecto a la tragedia que
sufrieron.
Después de un desastre natural, los padres pueden no darse cuenta de
la ansiedad que sienten sus hijos, quienes pueden quejarse más de malestares
físicos como dolor de cabeza o de estómago causados por la tensión.
Pueden tener dificultades para dormir y tener pesadillas más
frecuentemente, especialmente sobre el desastre. Durante el día pueden tener
recuerdos vívidos, o en el caso de los niños pequeños, expresar sus sentimientos
a través del juego.
Pueden temer a las tormentas, o hablar del desastre como si fuera una
persona que los persigue. Déjeles saber a sus niños que es normal que tengan
estos sentimientos.
Pueden disgustarse fácilmente o esconder su desconsuelo de otros
miembros de la familia. Su rendimiento escolar puede verse afectado; sus
calificaciones pueden bajar, y pueden mostrarse desordenados, ser groseros o
simplemente quedarse dormidos en el salón de clase.
El añorar "la vida como era antes" es una reacción común. Sin
embargo, a los varones les es especialmente difícil hablar de las pérdidas
sufridas. Por eso tienden a comportarse mal.
La intensidad de las reacciones de los niños depende del peligro que
hayan corrido, de las pérdidas sufridas, las reacciones de los familiares y la
manera en que han confrontado la catástrofe, así como el ambiente del hogar
antes del desastre (tenso, problemático, violento).
Los cambios marcados de comportamiento en los jóvenes pueden ser
síntomas que requieren del apoyo de un profesional de salud mental. Actos
destructivos hacia la propiedad, el lastimar a personas o animales domésticos,
tener ataques frecuentes de pánico, o abusar de substancias tóxicas requieren de
intervención inmediata. A veces, se corre el riesgo de que los actos
destructivos incluyan intentos de suicido, incluso hasta en niños de 7 u 8 años
de edad.
Otros señales que justifican la ayuda profesional son el desinterés
por actividades sociales, sentirse responsable por el desastre o por las
pérdidas familiares, o tener una baja significativa en el desempeño escolar por
más de una cuantas semanas. El apoyo de los padres y maestros es esencial para
la recuperación de los hijos y para restablecer la rutina diaria y actividades y
reuniones familiares.
Comparta su pena sobre el desastre con sus hijos para que todos
puedan expresar sus sentimientos. Hable acerca de las pérdidas familiares y los
planes para enfrentarlas, la realidad financiera, el tiempo que tomará la
recuperación y cómo aceptar las pérdidas que sean permanentes. Abrace y consuele
a sus niños. Platíqueles y apóyense en sus creencias religiosas para tener
esperanza.
Los maestros pueden organizar actividades para ayudar a los niños
desconsolados. Pueden pedirles que escriban acerca de cómo cambió su vida el
desastre o preparar una obra teatral o ceremonia conmemorativa para recordar el
incidente y trazarse metas para el futuro.
Un desastre puede hacer madurar a muchos niños. Los adolescentes
pueden darse cuenta que ellos, o alguien como ellos, también podría sufrir un
problema similar. Sin embargo, muchos niños, aun los pequeños, se sienten
deprimidos. En los niños de edad preescolar, los síntomas son: berrinches,
malestares físicos, ratos de tristeza, exceso de actividad, falta de interés y
volverse retraídos. En niños de 5 a 11 años de edad, son comunes las fobias,
malas conductas como mentir y robar, negarse a ir a la escuela o a dejar a sus
padres, tristeza, ansiedad, querer quitarse la vida.
Los adolescentes pueden mostrarse retraídos, cansados, tener
problemas para comer y dormir, abusar de substancias tóxicas, hablar de hacer
cosas peligrosas, cambiar repentinamente de amistades, mostrar hostilidad, y
querer suicidarse.
La manera en que los niños se enfrenten al desastre depende de lo que
hagan sus padres. Si usted está deprimido, malhumorado o quiere desquitarse con
alguien, deténgase y analice su propio comportamiento. Comparta sus sentimientos
con un amigo de confianza. Considere visitar a un miembro del clero o a un
consejero en salud mental que le ayuden a llevar mejor su situación. Cuando los
adultos no logran controlar sus sentimientos, los niños sufren más y por más
tiempo.