SANTA BARBARA - (UC)- Muchas comunidades agrícolas, lejos de ser campos
de trabajo empobrecidos donde hay pocas posibilidades de prosperar, en realidad
son dinámicos centros de desarrollo económico y político gracias a la
perseverancia de sus inmigrantes en hacerse de un hogar. Lugares como el pueblo
de McFarland, en el condado de Kern y Guadalupe, en el de Santa Barbara son
excelentes ejemplos de la transformación que está ocurriendo en muchas
comunidades en el Valle Central de California.
Juan Vicente Palerm, antropólogo de la Universidad
de California, ha estado documentando durante 15 años el asentamiento de
agricultores inmigrantes, la mayoría proveniente de zonas rurales de México, y
quienes anteriormente eran trabajadores de temporada en constante movimiento. A
pesar de que los investigadores continúan encontrando condiciones innegables de
pobreza concentrada y persistente, éstas no logran opacar señas palpables de
crecimiento y expansión, tales como mejoras en parques, iglesias, escuelas y
demás instituciones comunitarias, gracias al empuje de nuevas organizaciones
civiles.
Señala Palerm que muchos colonos se han convertido
en propietarios y están transformando en moradas atractivas estructuras
anteriormente abandonadas y en mal estado. Ahora ciudadanos norteamericanos, un
número importante está participando en mucha mayor medida en la vida política.
"Difícilmente se encuentra algún concilio municipal en el centro de la zona
rural de California que no incluya a varios funcionarios latinos", observa.
Tiendas de abarrotes, lavanderías, panaderías,
carnicerías, agencias de viajes, restaurantes y tiendas de descuento se
encuentran entre los negocios registrados a nombre de personas de origen hispano
en el pueblo de Guadalupe. Estos comercios representan casi 45% del total de
todos los negocios en el área. Los demás son propiedad de anglosajones,
portugueses, italianos, japoneses, coreanos y filipinos. Además de convertirse
en comerciantes, algunos inmigrantes hispanos han logrado obtener empleos
estatales como inspectores de cultivos, maquinistas, aplicadores de
agroquímicos, mecánicos y contratistas. Otros han tenido éxito como empresarios,
logrando convertirse en agricultores independientes.
El pueblo de McFarland ha cambiado, de igual
manera: su población aumentó en casi 50% entre 1970 y 1986, satisfaciendo así la
demanda de trabajadores para las industrias vitivinícolas, de almendras, algodón
y empacadoras de frutas y verduras. La presión que ejerciera tal desarrollo
sobre la vivienda local, escuelas y servicios
comunitarios llevó a que el lugar se asemejara, en opinión de algunos, a un
campo sobrepoblado de trabajadores agrícolas pobres y transitorios.
Trece años después, los muchos inmigrantes de
Huanusco y Jalpa, pueblos del estado mexicano de Zacatecas, han logrado reparar
y pintar muchas de las modestas casas en el este de McFarland, dándole una
apariencia casi suburbana. Además de una nueva y gran iglesia dedicada a Nuestra
Señora de Guadalupe, la renovación de esta comunidad refleja también aspectos
culturales de sus habitantes. Un lienzo charro atrae espectáculos y competencias
a paisanos de todo el sur del Valle de San Joaquín.
Esta vibrante comunidad, poblada por trabajadores
agrícolas con muchas metas y sueños y la voluntad de realizarlas, cuenta con
organizaciones cuyos planes incluyen revitalizar la zona del centro,
estableciendo una variedad de comercios nuevos, como el banco Kaweah National,
McDonald's y un supermercado. Entre las nuevas fuentes de empleos se encuentra
también una nueva prisión de seguridad máxima en el sur de la localidad.
La exitosa participación de los hispanos en todas
las fases es algo que se puede palpar en McFarland, al igual que en otros
pueblos del Valle. La preparatoria local ha generado 50 maestras y maestros en
la última década y el equipo de atletismo a campo traviesa ha ganado el
campeonato estatal siete veces, enorgulleciendo con creces a sus habitantes. Son
latinos el alcalde y el resto de los miembros del concilio municipal, a
excepción de uno, así como la mayoría de los miembros del comité de planeación
de la ciudad.
Precisa Palerm que el panorama futuro para las
comunidades rurales de inmigrantes en California es todavía incierto y difícil
de predecir. "A pesar de entender muy bien las fuerzas externas sociales,
políticas y económicas que las genera, se está lejos de comprender su dinámica
interna para apreciar a estos poblados como verdaderas comunidades humanas,
lugares legítimos en el horizonte político actual del estado. Lo que sí queda
claro es que si las granjas californianas continúan deseosas de su contribución,
la población de esta zona continuará echando raíces e impulsando el desarrollo
de la región."
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