A medida que los ponentes explicaban que la comida en cafeterías escolares está contribuyendo a la creciente epidemia de obesidad entre los niños, me dejé escurrir en mi silla y me trasladé a mis años en la preparatoria. En el descanso de las 10:20 am, era usual que me encontraran haciendo cola en la cafetería para pedir una malteada de chocolate y una bolsa de Doritos de queso. Todos los días.
Michael Pollan, profesor de UC Berkeley y otros, argumentan que la política agrícola es culpable de nuestra corpulencia. Muchos se refieren a un estudio del 2002 del Departamento de Agricultura de EE. UU (2002 USDA-ERS study) que indica que los estadounidenses comieron un 12 por ciento más de alimentos (300 calorías) en el 2000 de lo que consumieron en 1985, y se señala que el gobierno federal subvenciona ingredientes comunes usados en botanas, como maíz, trigo, frijol soya y arroz, haciendo que sean más económicos y estén más disponibles para los consumidores.
Pero los economistas de la UC Julian Alston y Dan Sumner, quienes analizaron el nexo entre las políticas agrícolas y la obesidad, no están de acuerdo.
"Los precios que se pagan a los agricultores son una pequeña parte de los precios de venta así que aunque los subsidios hagan que los precios agrícolas bajen y esta rebaja pasa a los consumidores, el impacto en los precios de venta sería muy poco", me dijo Sumner. "Además, para algunos productos importantes, como lácteos y azúcar, las políticas agrícolas aumentan los precios."
Se están estableciendo normas para encaminarnos a opciones más saludables. Por ejemplo, las escuelas en California no pueden vender bebidas gaseosas. En mi adolescencia, tenía acceso ilimitado a las sodas. Ahora como persona adulta, evito las gaseosas. Es difícil saber si mi preferencia en cuanto a bebidas cambió debido a mi educación o simplemente por ser una persona quisquillosa al comer; pero informar a los consumidores puede influir en sus selecciones alimenticias.
La nueva ley que exige que los menús incluyan las calorías ha tenido un efecto moderado en la compra de productos, pero a lo largo de un año, podría prevenir que una persona aumente entre 4 a 8 libras, indicó Gail Woodward-Lopez, codirectora del Centro para el Estudio del Peso y la Salud en UC Berkeley.
Lucia Kaiser, especialista en nutrición en UC Davis, señala que los consumidores de bajos recursos comprarían frutas y verduras frescas si tuvieran un incentivo. En un proyecto piloto en Los Ángeles, se les dio $40 a madres para que compraran frutas y verduras. El estudio halló que, 6 meses después, las mujeres continuaban consumiendo más frutas y verduras.
A casi todos los niños que asisten a escuelas públicas se les brinda almuerzos escolares. Muchas escuelas en California han iniciado programas para llevar alimentos de las granjas a las escuelas, trabajando con agricultores locales para ofrecer a los estudiantes barras de ensaladas frescas. Estudios previos de la UC han mostrado que si se les da a los estudiantes la opción de frutas y verduras frescas, se las comerán.
“Unir la política con la educación es la manera de hacerlo,” señala Woodward-López.
A pesar de mi constante dieta de comida chatarra en mi adolescencia, mi peso no alcanzó triple dígitos sino hasta mediados de mi tercera década. Ahora hago ejercicio, me abstengo de comer chips y malteadas y como muchas frutas y verduras frescas, pero he engordado. ¿De quién es la culpa?
Las presentaciones de Alston, Woodward-López, Kaiser y otros ponentes en la conferencia sobre política agrícola y obesidad se pueden ver en http://aic.ucdavis.edu/obesity/index.htm.
Preparado por Pam Kan-Rice
Adaptado al español por Myriam Grajales-Hall