Los "buscapleitos" son también víctimas de intimidación

Sep 5, 2003

ALAMEDA-(UC)— Los muchachos que intimidan a compañeros en la escuela, y a quienes se conoce comúnmente como “buscapleitos”, con frecuencia son ellos mismos víctimas de intimidación, según investigadores de Extensión Cooperativa de la Universidad de California.

 

En respuesta a la matanza en 1999 en la preparatoria Columbine en Littleton, Colorado, muchos educadores empezaron a tratar de eliminar la intimidación entre estudiantes en sus escuelas.

Charles Go y Shelley Murdock, especialistas en desarrollo juvenil con Extensión Cooperativa de la Universidad de California, realizaron una encuesta entre estudiantes de 11 a 14 años de edad en escuelas secundarias en Oakland para tratar de ver quienes son los buscapleitos y quienes son sus víctimas. Según encuestas de 1,137 estudiantes, 1 de cada 10 jóvenes reportaron haber sido amenazados con un arma en los últimos 12 meses, y la mitad de ellos reportaron haberse comportado ellos mismos de manera intimidante al estar involucrados en una actividad como usar un arma o vender drogas.

 

La probabilidad de ser buscapleitos era mayor entre varones que entre jovencitas, pero ambos tenían la misma probablidad de ser víctimas. No se encontró que los muchachos reportaran sentir más seguridad en la escuela que las chicas. Y un hallazgo algo sorprendente:  los valentones no reportaron sentir más seguridad que sus víctimas. “Lo más probable es porque saben que sus víctimas pueden vengarse”, indica Go.

 

En respuesta a preguntas relacionadas a comportamientos abusivos, 36 por ciento de los jóvenes reportaron haber participado en una pelea, 9 por ciento usaron un arma para amenazar a alguien, 6 por ciento vendieron drogas y 11 por ciento habían sido arrestados en la escuela por lo menos una vez durante el último año.

 

Al responder a preguntas referentes a victimización, 10 por ciento de los alumnos reportaron haber sido amenazados con un arma durante el último año. Aproximadamente 20 por ciento reportaron haber comprado, recibido gratis o que le ofrecieran drogas en la escuela. Por otra parte, 24 por ciento reportaron haber sido objeto de burlas raciales y a 29 por ciento les había sido robado algo de su propiedad en la escuela.

 

Go y Murdock, quienes trabajan con Extensión Cooperativa de la UC en los condados de Alameda y Contra Costa respectivamente, concluyen que entre los factores que influencian el comportamiento intimidante entre adolescentes se encuentran el hogar de donde

provienen y las tensiones raciales. “Si un padre le dice a su hijo que le pegue a quien se meta con

él, entonces hay que hablar con el padre”, explica Go. Agrega que aquellos jóvenes quienes han sido víctimas de golpizas raciales pueden unirse a pandillas para protegerse.

 

La eliminación de la violencia escolar no es algo tan sencillo como identificar a los buscapleitos y “regenerarlos” según Go. Un joven quien ha sido víctima de intimidación puede ser visto vengándose o burlándose de alguien más. “Es fácil decir que alguien es un valentón”, dice Go, “pero depende mucho del punto en el ciclo en el que se les sorprenda. Los perpetradores también resultan víctimas”.

 

Un método más efectivo puede ser preguntar al muchacho: “¿Por qué estás haciendo esto?” y luego tratar de romper el ciclo de intimidación. Go sugiere enseñar a los jóvenes maneras distintas de resolver la situación, tales como llevar a cabo programas educativos de resolución de conflictos entre adolescente; ofrecer alternativas innovadoras para resolver conflictos, como la educación física; o brindar a los jóvenes la ayuda de mentores adultos para lidiar con sus problemas.

 

Otro método efectivo podría ser trabajar con los jóvenes para que se sientan más seguros en las escuelas. Go y Murdock encontraron que 84 por ciento de los estudiantes en escuelas intermedias reportaron sentirse más seguros en sus comunidades, pero el porcentaje bajó a 70 por ciento en respuesta a la pregunta del nivel de seguridad que sienten en la escuela. Trece por ciento reportaron quedarse en casa por lo menos un día por temor a ir a la escuela. Los investigadores encontraron que entre mayor era la incidencia de comportamientos discriminatorios o intimidantes, menor el nivel de sensación de seguridad reportado en la escuela y vice versa.

 

Si las escuelas dan a entender el tipo de comportamiento que no es aceptable, se establecen las “reglas del juego”, considera Go, y recomienda que presenten las consecuencias con claridad. Si una escuela protege a todos sus estudiantes, entonces se sienten seguros y no tienen que defenderse, especula.

 

El comportamiento intimidante es parte del desarrollo adolescente, según Go. “Están tratando de determinar qué pueden hacer sin tener que pagar consecuencias. Y puede ser una búsqueda de identidad para aprender a relacionarse con otros”. Go cita el ejemplo clásico del niño que fastidia a chicos más grandes hasta que finalmente le dan una paliza.

 

“Algo que aclara este estudio es que no hay una fórmula mágica para eliminar la intimidación”, precisa Murdock. “Al igual que en la mayoría de planteamientos sociales, es algo más complejo y requiere de una intervención más a fondo que un simple programa de estudios”.

 

Los investigadores decidieron estudiar a jóvenes de escuelas intermedias porque en 1998 casi 60 por ciento de todos los estudiantes suspendidos en el Distrito Escolar Unificado de Oakland eran de escuelas intermedias. Fueron suspendidos cuatro veces más estudiantes del 6º año que del 5º. El cuestionario fue anónimo y confidencial, y disponible en inglés, español y vietnamita.

En inglés


By Myriam Grajales-Hall
Author - Communications Manager