ALAMEDA-(UC)— Los muchachos
que intimidan a compañeros en la escuela, y a quienes se conoce comúnmente como
“buscapleitos”, con frecuencia son ellos mismos víctimas de intimidación, según
investigadores de Extensión Cooperativa de la Universidad de California.
En respuesta a
la matanza en 1999 en la preparatoria Columbine en Littleton, Colorado, muchos
educadores empezaron a tratar de eliminar la intimidación entre estudiantes en
sus escuelas.
Charles Go y
Shelley Murdock, especialistas en desarrollo juvenil con Extensión Cooperativa
de la Universidad de California, realizaron una encuesta entre estudiantes de 11
a 14 años de edad en escuelas secundarias en Oakland para tratar de ver quienes
son los buscapleitos y quienes son sus víctimas. Según encuestas de 1,137
estudiantes, 1 de cada 10 jóvenes reportaron haber sido amenazados con un arma
en los últimos 12 meses, y la mitad de ellos reportaron haberse comportado ellos
mismos de manera intimidante al estar involucrados en una actividad como usar un
arma o vender drogas.
La
probabilidad de ser buscapleitos era mayor entre varones que entre jovencitas,
pero ambos tenían la misma probablidad de ser víctimas. No se encontró que los
muchachos reportaran sentir más seguridad en la escuela que las chicas. Y un
hallazgo algo sorprendente: los
valentones no reportaron sentir más seguridad que sus víctimas. “Lo más probable
es porque saben que sus víctimas pueden vengarse”, indica
Go.
En respuesta a
preguntas relacionadas a comportamientos abusivos, 36 por ciento de los jóvenes
reportaron haber participado en una pelea, 9 por ciento usaron un arma para
amenazar a alguien, 6 por ciento vendieron drogas y 11 por ciento habían sido
arrestados en la escuela por lo menos una vez durante el último
año.
Al responder a
preguntas referentes a victimización, 10 por ciento de los alumnos reportaron
haber sido amenazados con un arma durante el último año. Aproximadamente 20 por
ciento reportaron haber comprado, recibido gratis o que le ofrecieran drogas en
la escuela. Por otra parte, 24 por ciento reportaron haber sido objeto de burlas
raciales y a 29 por ciento les había sido robado algo de su propiedad en la
escuela.
Go y Murdock,
quienes trabajan con Extensión Cooperativa de la UC en los condados de Alameda y
Contra Costa respectivamente, concluyen que entre los factores que influencian
el comportamiento intimidante entre adolescentes se encuentran el hogar de donde
provienen y
las tensiones raciales. “Si un padre le dice a su hijo que le pegue a quien se
meta con
él, entonces
hay que hablar con el padre”, explica Go. Agrega que aquellos jóvenes quienes
han sido víctimas de golpizas raciales pueden unirse a pandillas para
protegerse.
La eliminación
de la violencia escolar no es algo tan sencillo como identificar a los
buscapleitos y “regenerarlos” según Go. Un joven quien ha sido víctima de
intimidación puede ser visto vengándose o burlándose de alguien más. “Es fácil
decir que alguien es un valentón”, dice Go, “pero depende mucho del punto en el
ciclo en el que se les sorprenda. Los perpetradores también resultan
víctimas”.
Un método más
efectivo puede ser preguntar al muchacho: “¿Por qué estás haciendo esto?” y
luego tratar de romper el ciclo de intimidación. Go sugiere enseñar a los
jóvenes maneras distintas de resolver la situación, tales como llevar a cabo
programas educativos de resolución de conflictos entre adolescente; ofrecer
alternativas innovadoras para resolver conflictos, como la educación física; o
brindar a los jóvenes la ayuda de mentores adultos para lidiar con sus
problemas.
Otro método efectivo podría
ser trabajar con los jóvenes para que se sientan más seguros en las escuelas. Go
y Murdock encontraron que 84 por ciento de los estudiantes en escuelas
intermedias reportaron sentirse más seguros en sus
comunidades, pero el porcentaje bajó a 70 por ciento en respuesta a la pregunta
del nivel de seguridad que sienten en la escuela. Trece por ciento reportaron
quedarse en casa por lo menos un día por temor a ir a la escuela. Los
investigadores encontraron que entre mayor era la incidencia de comportamientos
discriminatorios o intimidantes, menor el nivel de sensación de seguridad
reportado en la escuela y vice versa.
Si las
escuelas dan a entender el tipo de comportamiento que no es aceptable, se
establecen las “reglas del juego”, considera Go, y recomienda que presenten las
consecuencias con claridad. Si una escuela protege a todos sus estudiantes,
entonces se sienten seguros y no tienen que defenderse, especula.
El
comportamiento intimidante es parte del desarrollo adolescente, según Go. “Están
tratando de determinar qué pueden hacer sin tener que pagar consecuencias. Y
puede ser una búsqueda de identidad para aprender a relacionarse con otros”. Go
cita el ejemplo clásico del niño que fastidia a chicos más grandes hasta que
finalmente le dan una paliza.
“Algo que
aclara este estudio es que no hay una fórmula mágica para eliminar la
intimidación”, precisa Murdock. “Al igual que en la mayoría de planteamientos
sociales, es algo más complejo y requiere de una intervención más a fondo que un
simple programa de estudios”.
Los
investigadores decidieron estudiar a jóvenes de escuelas intermedias porque en
1998 casi 60 por ciento de todos los estudiantes suspendidos en el Distrito
Escolar Unificado de Oakland eran de escuelas intermedias. Fueron suspendidos
cuatro veces más estudiantes del 6º año que del 5º. El cuestionario fue anónimo
y confidencial, y disponible en inglés, español y
vietnamita.